domingo, 15 de enero de 2017

Puertas adentro

No hay tabaco que arañe el alma cuando toca envejecer puertas adentro, sentado en la mesa moliendo los codos, rumiando el mismo café por las mañanas, como cantando sin voz (si hay quien escuche) las seniles coplas del encierro.

Si se sobrevive a los estragos del mar cuando reclama querubines antes de tiempo, de poco sirve, si no significa más que el quebranto de corazones que no existían y el revivir de lágrimas con artritis, al tercer día, de entre los muertos.

No hay, ¡Virgen del Valle!, ni consuelo de los cuervos que se llevan todos los días mis ojos, ni parece el Sol apiadarse de mi sombra al mediodía, ni por dejar la puerta abierta viene a buscarme la última hora, ni hay, ¡maldita sea!, tabaco que calme el alma cuando un pasado que no hay quién lo escriba,

martilla cada clavo de mi cruz,

todos los días,

puertas adentro.

Nuevo año, nuevo nombre, nueva york

Al tener casi tres años sin escribir nada y casi cuatro desde mi última entrada, pienso que no tiene nada de malo sacar todo lo que haya escrito alguna vez para que por lo menos agarre luz y así hago como si estuviese volviendo al ruedo. Con nuevo nombre, Pez de ciudad será el lugar para hacer esto. Textos viejos y no tan viejos con los que ya no tengo nada que ver o con los que sí tengo mucho que ver. En fin, al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver, pero ya qué coño.