jueves, 13 de septiembre de 2012

Rhythm and blues

Desde que era pequeño y descubrí que los astronautas no podían tomar y que los vaqueros estaban extintos, decidí que quería ser (cuando creciera), uno de esos tipos callados que viven en algún bar de Nueva York de la década de los cuarenta, que usaban camisa y corbata, traje negro y fedora. También, cantaría en una pequeña banda de jazz para ganarme el pan nuestro de todos los días, haría el amor todas las noches en blanco y negro y cada domingo, en el altar de la tristeza, haría la comunión con whiskey en vez de vino, con ceniza en vez de pan. Moriría en el mismo olvido que nací, sin descendencia, quebrado e infeliz.

Sin embargo, nací seis décadas después, en la era del tecnicolor, en el norte del sur, usando manga corta por el calor, sin saber cantar, estando tan callado como me lo permitan, jodido pero contento en nombre de Dios, agradecido infinitamente por poder agarrarte el culo a ti, mulata, mientras bailamos a orillas de la playa, a la sombra de un fogón.