No, ninguno de
esos fueron nunca los motivos, pero sí, cómo quería irme.
Quería padecer el
invierno y conjugar el otoño. Quería ciudades grises, girasoles de Rusia, sexo,
trenes, historias. Quería irme por irme, irme por empezar de nuevo (porque
esta vez la historia la contaba yo), irme para sentar cabeza con la soledad,
irme para tener excusa de no llamar todos los días, irme para que acaso me
extrañen cuando no esté.
Y hoy que las paredes se resquebrajan y sigue minándose el
suelo que piso (aunque haya un camino ) quiero hacerlo más que nunca.