jueves, 11 de octubre de 2012
Aunque haya un camino
jueves, 13 de septiembre de 2012
Rhythm and blues
Desde que era pequeño y descubrí que los astronautas no podían tomar y que los vaqueros estaban extintos, decidí que quería ser (cuando creciera), uno de esos tipos callados que viven en algún bar de Nueva York de la década de los cuarenta, que usaban camisa y corbata, traje negro y fedora. También, cantaría en una pequeña banda de jazz para ganarme el pan nuestro de todos los días, haría el amor todas las noches en blanco y negro y cada domingo, en el altar de la tristeza, haría la comunión con whiskey en vez de vino, con ceniza en vez de pan. Moriría en el mismo olvido que nací, sin descendencia, quebrado e infeliz.
Sin embargo, nací seis décadas después, en la era del tecnicolor, en el norte del sur, usando manga corta por el calor, sin saber cantar, estando tan callado como me lo permitan, jodido pero contento en nombre de Dios, agradecido infinitamente por poder agarrarte el culo a ti, mulata, mientras bailamos a orillas de la playa, a la sombra de un fogón.
miércoles, 29 de agosto de 2012
De los jueves.
¿Quién alivia la tortura del no saber, del ya no, del quizás sí?
Tú, si quieres.
Mientras, no hay mucho más que hacer que andar en círculos y apestando a tristeza, aferrarse al borde del abismo de la lágrima que no regalaremos, apedrear a la puta del pueblo con preguntas a las que no puedo darle respuestas.
Andar sin saber en qué cajón se escondió la sonrisa, sin saber si te quedarás para cenar, sin saber si me querrás, cada vez menos, todos los días.
viernes, 24 de agosto de 2012
La Virgen de la Catarsis
Descubrí que todo iba mal, cuando pasado de tragos,
no fue a la primera a la que pensé en escribir,
Y le rogué a la Virgen de la Catarsis, que dejara al idiota, maricón, neonazi,
Y se acordara del cronista de los pingüinos que caló hasta los huesos cuando la vio partir.
Y yo que nunca lloro en las despedidas
Por sentir tarde la dimensión y la medida,
El rumor de los cantos del río,
Las ilusiones que se derrumban con el preludio del fin.
Por soñar con bocas que no son mías,
Más de una vez me he asomado al vacío
De ver tantas novias con velo, casarse sin mí
Y yo que nunca lloro en las despedidas
Me conmuevo por fotos de gente no conocí,
Me da por reírme en los funerales,
No hay compromiso del que no pueda zafarme,
Abandono la nave así como así.
Y yo que nunca lloro en las despedidas,
Le rogué a la Virgen de la Catarsis,
Que dejara al idiota, maricón, neonazi,
Y recibiera el Coronel, sus cartas al fin.
miércoles, 15 de agosto de 2012
A mitad de camino
Con el tiempo hemos aprendido que no es necesario en cada encuentro cortar por las costillas. Si somos mucho más o mucho menos de los fuimos antes, no lo sabemos, no lo recordamos, no hay más verdad que la habita en los dos cuando nos vamos cada noche a la cama y ninguno de los dos sueña con escabullirse por el balcón.
Por evitar caer en las diabólicas arenas movedizas de la rutina, fingimos cuando hablamos no saber lo que el otro está por decir, nos saludamos con distintos nombres por las mañanas, nos enviamos cartas sin nombre a la misma dirección.
Habitantes de lejanas penínsulas nos besamos a mitad camino entre ellas, sabanas de arena blanca que las separa.
Morimos con el atardecer y regresamos a casa.
El viento se devuelve al final de nuestro amor.
miércoles, 8 de agosto de 2012
De las mujeres con sombrero.
Creo que al final todo remite a las mujeres con sombrero.
A las mariposas crucificadas.
A las cenizas que no encendieron.
A las mujeres que lucen mejor que yo, que son más inteligentes y tienen menos corazón.
Y si llegase a encontrar alguna vez a un alma que no entrase en la descripción anteriormente dada, que me diese como doy, que compartiese el pan y el vino, probablemente pasaría delante de mí sin despertar la furia del mar, ni alterar los sentidos, ni entreverar el pensamiento, por el simple hecho de andar distraído, encendiendo una vela a un santo que no mira para abajo.