Malditos sean los sábados en que pierdo al amor y las barajas no me amparan, ni se preocupan por restaurar el equilibrio prometido por los refranes del tiempo, ni te apiadas de mis huesos, ni mi suerte mejora.
Incluso a veces, me atemoriza dormirme la noche del viernes, sabiendo que al día siguiente me echarán a patadas del cielo y tendré que ver entonces cómo soborno a los arcángeles del destierro para comprar mi boleto de regreso al paraíso,
y saborear la manzana
del saberte descalza
y compartir mi costilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario