miércoles, 15 de agosto de 2012

A mitad de camino

Con el tiempo hemos aprendido que no es necesario en cada encuentro cortar por las costillas. Si somos mucho más o mucho menos de los fuimos antes, no lo sabemos, no lo recordamos, no hay más verdad que la habita en los dos cuando nos vamos cada noche a la cama y ninguno de los dos sueña con escabullirse por el balcón.

Por evitar caer en las diabólicas arenas movedizas de la rutina, fingimos cuando hablamos no saber lo que el otro está por decir, nos saludamos con distintos nombres por las mañanas, nos enviamos cartas sin nombre a la misma dirección.

Habitantes de lejanas penínsulas nos besamos a mitad camino entre ellas, sabanas de arena blanca que las separa.

Morimos con el atardecer y regresamos a casa.

El viento se devuelve al final de nuestro amor.

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